jueves, 1 de mayo de 2014

Viaje a Burgos (4)

Hoy toca moverse en coche por la provincia. La primera parada es en el monasterio de Santo Domingo de Silos, que está algo cambiado: a fin de cuentas han pasado más de 30 años desde que estuvimos aquí, con nuestro querido Seat 850. 

Se ha modernizado y ha cambiado hasta la puerta de entrada, que ahora se realiza por el lado opuesto y a través de la preceptiva tienda de recuerdos. Además, la visita es ahora guiada, por un joven de mirada inquietante que intercala en su discurso salmos y poesías alusivas sin variar el ritmo narrativo, lo que nos hizo temer por su cordura en varias ocasiones. La verdad es que sus explicaciones fueron muy interesantes y nos hicieron comprender la historia del  monasterio, del románico en particular y del entorno. El pueblo de Santo Domingo, aparte del tipismo de sus construcciones, tiene bien poca cosa atractiva para el turista, así que cambiamos de escenario.

Covarrubias es otra cosa; su nombre deriva de la existencia de cuevas en esta tierra, de colores rojizos.  El pueblo es encantador, conserva la estructura y muchas de las edificaciones medievales y se respiran calma y sosiego en todos sus rincones. Comimos en Galín, un restaurante local y para los locales, lo que ahora se diría "auténtico y con encanto". Comprobamos que el Torreón de Dª Urraca no se puede visitar y que ya no está en él la discoteca que en nuestra anterior visita traía a mal traer al encargado de la Colegiata.

Porque Covarrubias fue un centro tan importante que hasta Colegiata tuvo y reposan en ella los restos de Fernán González, entre otros muchos ilustres. De aquellos tiempos dan fe su órgano, único en el mundo, perfectamente conservado y funcionando, y un pequeño museo con piezas notables y que su guía enseña con pasión y con un sentido de la realidad encomiable: "esto se desconoce", "esto se supone", "aquí no tenemos los medios del Museo del Prado"... Es una visita que se recuerda con mucho cariño.

Durante el viaje de vuelta a Burgos, en el atardecer castellano de los interminables campos, es inevitable comparar este viaje, por carreteras más que aceptables y con un señor coche, con aquel de hace 30 años, realizado en condiciones algo más penosas. Sin embargo, y cada uno a su manera, ambos tienen un enorme encanto.

Y para terminar, una de pinchos (premiados algunos de ellos) en Los Panchos, con el añadido del fútbol y de las pasiones que despierta en la gente que nos rodea. 

1 comentario:

  1. Veo que os estáis recuperando de la estancia hospitalaria, sin sufrir nada. Besos.

    ResponderEliminar