domingo, 14 de abril de 2013

A pesar de todo, hay esperanza.

     Me vuelvo a sentar al teclado tras un largo paréntesis. En estos meses me han pasado muchas cosas que me han impedido este diálogo conmigo mismo, algunas agradables y otras, la mayoría, no tanto o incluso penosas, como la enfermedad y muerte de mi suegro. De todas ellas he aprendido algo, y de esta última mucho: he tenido ocasión de tratar con auténticos profesionales en sus respectivos campos, gente capaz y entregada que hace bien su trabajo y que se esfuerza por hacerlo aún mejor.

     Inevitablemente, una cosa lleva a la otra y uno no se puede sustraer al ambiente que nos rodea y que ha sido objeto de largas y cariñosamente enconadas discusiones con mi anciano padre. La falta de honradez y de los más elementales valores éticos, la falta de dignidad y de criterio y hasta el temible culto a la mediocridad que nos invade se quedan pequeños ante dos dramáticos hechos: la falta de cualificación de nuestros dirigentes y la ausencia de una alternativa eficaz.

     En todos los ámbitos laborales, sean públicos o privados, hay desviaciones de la media en ambos sentidos: personas que destacan por su buen hacer por un lado y sinvergüenzas que se aprovechas del trabajo ajeno para no hacer el suyo o, lo que es mucho peor, para medrar a costa de todos. Son minoría, afortunadamente, porque ningún sistema, sea público o privado, puede sobrevivir si estos individuos proliferan, por lo menos a largo plazo. Se tiene la impresión de que estas situaciones son más fáciles en empresas públicas, pero los últimos acontecimientos nos están demostrando que esta no es una verdad absoluta.

      Los dirigentes políticos españoles actuales, sean del partido o ideología que sean, comparten dos características comunes: absoluta mediocridad y falta de cualificación para el trabajo que desempeñan. Muy atrás quedan los tiempos de los políticos "de casta": personas cualificadas y entregadas al gobierno, entendiendo como tal la administración de la cosa pública para el mayor beneficio de sus conciudadanos. La mediocridad que nos atenaza ha propiciado varias generaciones de políticos "del partido": individuos sin oficio ni beneficio, con carrera o sin ella, cuyo único mérito es haber pertenecido al partido político en cuestión desde antes de madurar (cronológicamente, se entiende), sin haber sabido hacer nada de provecho ni siquiera para ellos mismos a lo largo de sus estériles vidas. Y están presentes en todos los niveles; desde primeros espadas a subalternos, pasando por esa curiosa figura llamada asesor y para la que la más elemental de las lógicas exige más conocimientos y habilidades que ostentar un récord de sanciones de tráfico, por poner un ejemplo.


      Y lo peor de todo es que no disponemos de ninguna opción de relevo, ni ahora ni para un futuro a medio plazo. No hay auténticos políticos, no hay profesionales cualificados en este campo que quieran o puedan tomar el relevo, porque en la sociedad que estamos creando ya no cuentan valores como la honestidad, la abnegación, la satisfacción del trabajo bien hecho, el sacrificio cuando es necesario... y de esta sociedad salen todos los profesionales, incluidos los que van a acabar teniendo responsabilidades políticas. Da miedo, la verdad, porque sus erróneas decisiones causan un daño que en muchas ocasiones es irreparable.


      Se quejan amargamente nuestros dirigentes del acoso a que están siendo sometidos, dicen que por una parte del  pueblo manipulada por sus adversarios políticos. Podrá ser cierto en algunos casos, pero deberían prestar mucha atención a lo que está pasando, al mensaje que intentan hacerles llegar y preguntarse, como lo han hecho varios artículos de prensa nacional y extranjera, por qué en España no estalla una crisis de orden público: porque a pesar de ellos hay mucha gente buena, gente que dedica tiempo y dinero (cuando lo tienen) a ayudar a los más desfavorecidos y que no solo no reciben ayuda sino que se ven amenazadas precisamente por esos políticos a los que con su labor están salvándoles el pellejo (http://educacion-orcasur.blogspot.com.es/2010/03/el-pato-amarillo-necesita-un-local.html)

     A pesar de todo, hay esperanza, pero esta llamita se apagará como  no nos preocupemos TODOS de alimentarla. De nosotros y solo de nosotros dependen que pueda tener lugar un cambio sustancial en el sistema político, un cambio que exija a los gobernantes un mínimo de cualificación, honestidad y responsabilidad.