jueves, 1 de mayo de 2014

Viaje a Burgos (5)

Hoy, 1 de mayo, es mejor no estar en el centro por la mañana, así que vamos a visitar en Castillo y su entorno, aprovechando que el tiempo acompaña. La subida es suave y está muy bien acondicionada, y discurre por una ladera boscosa. Burgos es una de esas ciudades que, conscientes de la naturaleza que las rodea, han sabido cuidarla e integrarla de forma perfecta en su entorno. Es muy difícil visitar Burgos, o simplemente pasear sin rumbo, y no hacerlo rodeado de árboles, flores, campos verdes y todo tipo de aves, y esto añade un enorme encanto a una ciudad ya de por si encantadora.

El Castillo fue arrasado por las tropas napoleónicas en su retirada; al saqueo habitual de los vencedores de todas las épocas y nacionalidades los ejércitos franceses añadieron una táctica de destrucción de lo que no podían llevarse y que tristemente fue imitada en posteriores conflictos, incrementando así el sufrimiento de la población civil y destruyendo innecesaria e irreversiblemente el patrimonio cultural. Poco quedó del castillo, pero la ciudad decidió recuperar sus bases y convertir el entorno en una zona de disfrute para todos. Y lo han logrado, aunque siguen en ello: el recinto es visitable y está perfectamente balizado y accesible, hay una inmensa nave con restos y video explicativo y, la parte más espectacular, hay una visita guiada  a una de las muchas galerías que horadan la montaña y que se asoman a varias alturas a un espectacular pozo de más de 60 metros de profundidad y que abastecía de agua al castillo. Se pone uno un casco y se recorre una galería un poco agobiante, pero perfectamente acondicionada: es una experiencia única y muy interesante.

Recorrimos parte de la muralla antigua, hasta la curiosa Puerta de San Esteban, y al bajar de nuevo al centro pudimos ver pasar la manifestación del 1º de mayo, ya un clásico en nuestros viajes. Para comer elegimos El Mesón de Burgos, muy frecuentado por los burgaleses y con muy buenas atención y cocina: habas guisadas con jamón, lechazo, bacalao a la burgalesa, crema de yogur y postre del abuelo. Y luego, un paseo por la orilla del río, con los patos volando a nuestra altura y graznando a pleno pulmón: esto es todo un lujo.

Por la noche, y a pesar del fresquito, la calle está abarrotada, y los bares a tope: nos tenemos que apañar en La Tapería del Casino, en la Plaza Mayor, concurridísima y con un ir y venir incesante, muy llamativo, todo lleno de personas de muy avanzada edad. Y la temperatura no deja de bajar, así que nos retiramos pronto.

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