martes, 29 de abril de 2014

Viaje a Burgos (1)

El tiempo tiende a poner las cosas en su sitio. Hay quien se dedica al blog con gran dedicación, incluso a diario; otros empezamos con ganas y poco a poco hemos ido aflojando el ritmo. Bien: cada cosa en su sitio. Está claro que en mi caso escribiré en contadas ocasiones y que me prodigaré más en los viajes, y que pondré pocas fotos por lo complicado que resulta componer una página curiosa con estos medios.

Y en ello estamos: este puente del primero de mayo toca Burgos. Vinimos hace más de 30 años y guardamos un gran recuerdo; lógicamente, ni Burgos ni nosotros somos los mismos, así que será más un descubrimiento que un reencuentro. Ya vamos conociendo unas cuantas capitales castellanas y siempre nos sorprende lo diferentes que son y lo poco que sabemos de ellas a pesar de tenerlas tan cerca.

Como de costumbre vamos agotados y somos de natural tranquilo, así que nos lo tomamos con calma, viendo pocas cosas pero a fondo e intentando empaparnos de la cotidianeidad del lugar y de sus gentes. En esta línea empezamos por no hacer el camino de un tirón (cosa que sí haremos a la vuelta) y paramos a comer en Lerma, preciosa villa burgalesa sobre el río Arlanza y con un sabor medieval muy agradable y perfectamente conservada y acondicionada a los tiempos modernos. Vale la pena salir de la autovía y dedicarle un rato; en nuestro caso, además, comimos en el Parador (nos gustan los Paradores): además de comer muy bien ¡no hay cobertura de móvil! Los muros son tan gruesos que no se oyó un solo tono de llamada durante toda la comida.

Llegamos sin problemas al hotel elegido, un poco a ciegas ya que no tuvimos fuerzas para hacer una búsqueda en condiciones. Y resultó todo un acierto: hotel Palacio de la Merced, que ocupa el antiguo palacio del mismo nombre y que es espectacular. Se sitúa a orillas del Arlanzón, muy cerca de la Puerta de Santa María, a un tiro de piedra del centro y de la Catedral, con una calidad impresionante y respetando el espíritu del palacio, con un claustro gótico y unos salones de ensueño. Moderno, silencioso, acogedor... y solo con cruzar la calle, el río, lleno de aves de todo tipo.

Al ser la primera tarde y de viaje salimos a dar un paseo. Es curioso esto de la memoria: hace más de 30 años que estuvimos aquí y pese a ello llegamos sin dificulotad al edificio de la Capitanía, por el que pasábamos a diario camino del hotel. ¿Qué hotel era? Era modesto y antiguo, con cama con dosel y  un edredón muy acogedor (hizo un frío terrible entonces), pero poco más conseguíamos recordar. Sin embargo, al mirar en un cartel de información turística vimos un nombre que disparó el recuerdo: hotel Norte y Londres, y hacia él fuimos, y era, en efecto, nuestro hotel de entonces.

Buscamos donde cenar, en mesa y dentro, que esta moda de tiritar en la calle bajo una estufa no acaba de convencernos, y acabamos en Rimbombín, un bar restaurante de los muchos que rodean la Plaza Mayor. Cenamos unas alpargatas, que son una tostada fina de pan de leña tostado, con aceite virgen y lonchas de ibérico: sencillamente deliciosas, un revuelto de bacalao en su punto y un flan de café casero. La atención, impecable: un sitio muy recomendable.

Y ya está bien para el primer (medio) día: mañana más.

1 comentario:

  1. No sé a qué te refieres con "dedicación" pero echaba de menos tus post. Feliz viaje.

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