domingo, 1 de julio de 2012

Septimo día: todo se acaba

El viajar en coche tiene una gran ventaja: puedes decidir el ritmo del viaje, y no estás sujeto a los horarios de los aviones, que te obligan a comer a deshora y a perder un tiempo precioso en esperas. En esta ocasión hemos pasado la última mañana en Oporto, realizando las compras de última hora y los regalos, y hemos salido de viaje después de comer: una mañana ganada.

Hemos ido aprendiendo que lo mejor que te puedes traer es comida. Dicho así suena un poco raro, pero la experiencia nos demuestra que las camisetas, los "recuerdos" y la parafernalia que los rodea acaban siendo simples almacenes de polvo, mientras que traer comidas propias del lugar, tanto para nosotros como para la familia, deja un buen sabor de boca, estimula el recuerdo y hace un poco partícipes a los destinatarios de una parte de nuestras vivencias. Como ya hemos hecho otras veces, nos hemos documentado sobre el tema y localizado la zona comercial donde compran los portuenses, cerca del Mercado del Bolhao. Una vez allí pasamos un rato mirando las tiendas seleccionadas, quién entra a comprar y qué se lleva, y entonces decidimos. En esta ocasión le tocó a "Comer e chorar por mais", en la Rua Formosa, 300. Tienen un poco/bastante de todo, conocen perfectamente lo que venden, te aconsejan con gran paciencia y detalle y envasan al vacío lo que les pidas. Los turistas entran a hacer fotos del local, y eso que es un simple colmado: así de cuidado y bien puesto lo tienen.

Para no tener problemas con el peaje de vuelta, fuimos a intentar prepagar en una oficina de Correios. El funcionario nos miró con cara de sorpresa y nos dijo que pagásemos al llegar a la frontera; cuando le dije que no recordaba haber visto más puesto de pago que el de la entrada (para acceder al cual tendría que entrar en España, dar la vuelta y volver a pasar a Portugal) me contestó que, bueno, preguntase a alguien... y cuando llegamos no había nadie, así que pasamos. Ya nos habían comentado en Oporto que iban a cambiar el sistema, porque había cientos de coches que no pagaban. ¡Y para uno que quiere pagar, no puede!

Un último detalle: mientras esperaba la última comida intenté conectar con la red del restaurante para conocer el estado de las carreteras, pero requería clave... y sin yo pedirlo, el camarero me trajo un papelito con una clave gratuita de doce horas de validez. Buen detalle.

Hasta aquí ha llegado un sencillo viaje que me deja un muy buen recuerdo. Voy a dejar sedimentar un poco las ideas unos días y luego haré un ejercicio de reflexión sobre todo lo que hemos visto y vivido. La verdad es que esto de escribir el blog me está siendo de una gran utilidad para ordenar las ideas. ¡Gracias, Niágara!

2 comentarios:

  1. Estimado amigo, no se le ha ocurrido por ventura, además de sus pocas obligaciones diarias, aplicar como redactor para la Guia Michelin? Simplemente una idea ... australes saludos.

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